Palabras que nos definen
MUJERES NUEVAS PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL REINO
Por opción y pasión pronunciamos palabras que nos definen y jalonan.
¿Qué tiene para decirle la Compañía de María a una sociedad que vertiginosamente se abre al cambio, a la globalización, a los avances científicos y tecnológicos?
Se trata de expresar lo más significativo de nuestra vida, lo que nos identifica y configura. De compartir con sencillez lo que llevamos dentro: lo que misteriosamente nos habita y nos desborda, da sentido a nuestra existencia y pone un sello especial a nuestra acción.
Poner palabra a la vida no es fácil. Lo hacemos con la convicción de que es ella, LA PALABRA, quien nos convoca, nos entrelaza, nos interpela, nos motiva, nos fecunda y nos prolonga en el tiempo:
“En el principio existía la Palabra
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio junto a Dios.
Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada.
Lo que se hizo en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres,
y la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron…”
Por opción y pasión pronunciamos palabras que nos definen y jalonan:
MUJER, SEGUIMIENTO, COMUNIDAD, PROYECTO, MEMORIA, JÓVENES, MARIA, EXPANSIÓN, FUTURO, EDUCACIÓN, TESTIGOS
Y Resonó una palabra MUJER y con ella la fundadora, el origen, la semilla Juana de Lestonnac se abrió a la vida en medio de la explosión del humanismo y de las luchas de religión, dos circunstancias determinantes en la construcción del proyecto que orientaría su existencia.
En una noche de oración en el Cister, en la que se reveló lo más humano de su sentir y lo más divino de su querer, Juana de Lestonnac vivió su experiencia fundante, el encuentro de su vocación más auténtica. Dios gestó a través de ella y para la Iglesia un Instituto dedicado a servir a la mujer a través de la educación, “comprendió que era ella quién debía tenderles la mano”. En esa noche descubrió su vocación: “La mujer debía salvar a la mujer”.
Juana vivió y se desvivió por hacer realidad este proyecto. Empeño toda su existencia en ofrecer a la juventud femenina, formación, posibilidades, espacios, criterios que le permitieran vivir con más dignidad y mayor reconocimiento: la mujer carecía de palabra, poder y decisión. Juana comprendía claramente la incidencia que una mujer bien formada tenía en la familia y por tanto en la sociedad.
Desde entonces el acompañamiento preferencial a la mujer ha marcado los sueños, búsquedas, iniciativas y decisiones de la Compañía de María.
Y resonó una palabra: SEGUIMIENTO, Jesús como Principio y Fundamento, como Centro y Sentido de nuestra existencia.
Seguir a Jesús, asumir la vida con El, por El y en El. Incorporar sus criterios, su proyecto, su Buena Noticia.
Nuestra opción fundamental es clara: “consagrarnos con todas la fuerzas al anuncio del Reino”. Tener, en lo cotidiano, una experiencia personal de Jesucristo que centre nuestra vida y nos impulse al servicio, a tender la mano allí donde sea necesario.
Contemplación y acción, dos vertientes de una misma y única opción: JESUCRISTO, la pasión por su persona y su proyecto.
“La Compañía nació de la oración y no se sostendrá sin ella”, ese fue el legado más preciado que nos dejó Juana de Lestonnac. Oración personal, ese cara a cara, en el que resuena la “Palabra”, “arde el corazón”, se unifica la vida, se renueva la opción.
Creemos en la validez de orar en comunidad, como hermanas, unidas en una misma espiritualidad –la ignaciana-, en un único deseo “conocimiento interno de Jesús, para más amarlo y seguirlo”.
Orar como Iglesia, es también para nosotras una prioridad. Unirnos a todos los hombres y mujeres que en el mundo buscan a Dios “con sincero corazón”. Celebrar junto a ellos, y en torno a la mesa común, el banquete que nos hace familia y en el cual el Pan, partido y repartido, alcanza para todos.
La oración en la Compañía de María surge en la vida, se alimenta de ella. Es el encuentro con la vida lo que nos retorna al Señor y este Señor el que nos posibilita abrazar la realidad con sus múltiples tonalidades. Él nos habla a través de los hermanos y de los acontecimientos.
Hoy seguimos creyendo, como lo hizo Juana de Lestonnac, hace más de cuatrocientos años, que la vida, es el escenario “sagrado” preferido por Dios, que ella está repleta de bendiciones, que cada recodo de la existencia es esa tierra sagrada desde la cual Dios habla, llama, interpela, seduce.
Y resonó una palabra: MARÍA, síntesis de nuestra identidad, Nuestra Señora, compañera, referente, protectora.
Juana de Lestonnac se atreve a identificarse con María de Nazaret. Quiere que sea la compañera y el modelo de referencia de la Orden. Encontró en María la síntesis de lo que deseaba vivir:
- La discípula que escucha con fidelidad y apertura el querer de Dios.
- La que se deja habitar por el Dios que hace maravillas en los humildes y suscita un cántico nuevo.
- La que guarda en su corazón cada acontecimiento y permanece en silencio en esos tramos de la vida que se tornan sorprendentes y misteriosos.
- La que sigue a Jesús en lo cotidiano, sin más protagonismo que el servicio constante y oportuno.
- La que en pie y plena de misericordia, está junto a la cruz y a los crucificados de la historia.
- La que es, en la Iglesia, presencia femenina que fortalece, anima, sugiere, revitaliza y acompaña.
En su Compañía queremos ser esas mujeres nuevas que el mundo y la Iglesia necesitan. Nuestra Señora, ha sido y seguirá siendo fuente de vida e inspiración:
En María contemplamos cómo guardar la Palabra y con ella recorremos caminos de encarnación en nuestro hoy. Ella es la síntesis de nuestra identidad, la plenitud de nuestro proyecto. Como Ella y en su Compañía queremos “llenar nuestro nombre: HIJAS DE NUESTRA SEÑORA”
Y resonó una palabra: COMUNIDAD, espacio fraterno, pasión compartida, canto común.
Formar Comunidad fue la primera tarea en la que se empeñó Juana de Lestonnac. Detrás de cada nombre, un tiempo, un contexto, una lengua, una familia, muchos gozos y también sufrimiento. Un llamado que, por la gracia de Dios, nos hizo hermanas, compañeras, amigas.
Llamadas a ser Comunidad, a generar, en un mundo con tendencias individualistas y al mismo tiempo cada vez más interrelacionado y plural, la revolución de la fraternidad, de la mesa común, del pan compartido, del lenguaje universal del amor, del único proyecto, vivido desde dimensiones diferentes, en diálogo intercultural.
Cada una, llamada a realizar su existencia como un milagro único e irremplazable, a realizar su vocación más auténtica; y todas, convocadas a integrar esa melodía, en la que la diferencia no disuena, sino que complementa y enriquece.
En comunidad llamadas a:
- Discernir el más de la misión, el dónde y el cómo de nuestra entrega.
- Continuar haciendo camino con otras congregaciones, discernir propuestas de participación en comunidades intercongregacionales para llevar adelante un proyecto común.
- Favorecer intercambios de personas de unos contextos a otros, que propicien seguir haciendo procesos interculturales y construir la universalidad.
- Alentar la realización de experiencias nuevas, de compartir con los laicos el camino de fe y la espiritualidad.
Sabemos que la fraternidad es la única posibilidad de “hacer creíble el mensaje que anunciamos”, por eso el desafío que sentimos con fuerza es “hacer de cada grupo comunitario un espacio real de humanización, una escuela de calidad humana, teniendo como Maestro al Señor Jesús. Poner en marcha dinamismos comunitarios que generen espacios de acogida, interrelación, intercambio, interiorización, formación, búsqueda conjunta para la misión… para que cada persona y cada grupo puedan seguir creciendo y construyendo Reino”.
En el fondo no somos tan distintas, todas tenemos el mismo complejo y frágil corazón.
En el fondo nunca podremos ser distantes, porque nos une el Mismo y Único Señor.
En el fondo, ser hermanas ha sido un milagro, una gracia, una opción.
Y resonó una palabra: PROYECTO, itinerario, horizonte, posibilidad, utopía que quiere hacerse camino concreto de encarnación.
Como quien construye un edificio, Juana se dedicó a diseñar la maqueta que le daría forma y sobretodo fondo a la obra que intuía. Soñó con piedras vivas, capaces de soportar la prueba del tiempo, de los vientos contrarios, de los sismos que produce la historia. El Espíritu le fue inspirando la manera, le fue sugiriendo el cómo.
No fue fácil, nunca es fácil empezar, romper esquemas, abrir caminos diferentes. Pero, con constancia, capacidad de riesgo, creatividad, diálogo con las instituciones eclesiales, oración, búsqueda, trabajo incesante y fidelidad a la voz del Espíritu, maduró el proyecto. En 1606, redacta el Abregé, o fórmula del Instituto. El 7 de abril de 1607, el Papa Paulo V aprobó la Orden.
Nace entonces la primera Orden religiosa apostólica femenina, dedicada a la enseñanza. Juana le entrega al mundo y a la Iglesia una obra plena de novedad y de Espíritu.
El sueño de Juana de Lestonnac se transforma en un genuino Proyecto Educativo en el que ha sabido articular su intensa experiencia de vida con la diversidad de aportes de su época: El humanismo de Miguel de Montaigne, las audacias calvinistas en la educación de la mujer, la experiencia ignaciana y el sistema pedagógico de los jesuitas. Todo orientado a un único fin: la Gloria de un Dios Siempre Mayor.
El 14 de junio de 1638, Juana firma el primer libro de las Constituciones. Ellas se convierten en don de Dios, ideario, fuente de identidad y vínculo de unión. El espíritu de las Constituciones ha marcado desde entonces la vida de la Compañía de María.
Cada siglo ha marcado unas características, los ecos del Espíritu en los acontecimientos cotidianos han continuado aportándole a esta obra pinceladas de renovación y gracia. Se han sucedido Concilios, avances tecnológicos, guerras, globalización…, circunstancias todas de un mundo en cambio permanente. Y la Compañía ha permanecido atenta a la voz de Dios, al clamor de los seres humanos.
El paso del tiempo no ha desdibujado el Proyecto, lo ha ensanchado y enriquecido, lo ha colmado de validez y significado.
CONTEMPLACIÓN EN LA ACCIÓN que nos une a Dios, nos permite sintonizar con su mirada y sus sentimientos y nos interrelaciona con los hombres y las mujeres de nuestro tiempo para compartir con ellos y ellas, las responsabilidades en la construcción de un mundo más humano.
EDUCACIÓN que, a través de diferentes plataformas, nos posibilita “tender la mano” para ayudar a que surja, a que encuentre el sentido de la vida y las herramientas para enfrentar el presente con responsabilidad y el futuro con esperanza. Una educación con elementos para contribuir a la transformación de la sociedad.
PRESENCIA INSPIRADORA DE MARIA que nos impulsa a dejarnos habitar por Jesús, a acoger con gozo esa presencia que todo lo desborda y lo transforma, y que nos posibilita encarnar en lo cotidiano las actitudes de María.
ESPIRITUALIDAD IGNACIANA que nos motiva a vivir en actitud de discernimiento, a amar y servir, buscando siempre la Mayor Gloria de Dios. Que
nos abre a un “más” que nos desinstala, a deseos más hondos de intensidad y plenitud.
HUMANISMO pasión y norte de nuestras búsquedas y acciones, “desde la seguridad de que a través de la misión educativa que realizamos, junto con otros y otras, Dios sigue abriendo hoy caminos de encarnación, espacios de humanización y buena noticia en nuestro mundo. Somos hoy esas ‘dos manos que Dios quiso tener para hacer visible su bondad y su ternura’” (Tito, 2-11) Y resonó una palabra: EXPANSIÓN, riesgo, tenacidad, pasión que lanza más allá de las propias fronteras.
Con la certeza de que lo de Dios fructifica a pesar de las dificultades, las religiosas de la Compañía de María vieron expandir la obra por Europa, América, África y Asia.
Europa: un árbol de hondas raíces que busca aires nuevos.
Diez años después de la muerte de Juana fundaron en Barcelona. Pronto su presencia se hizo vital en medio de un país que configuró la identidad y misión de las religiosas de la Compañía de María, llamándolas “las monjas de la enseñanza”.
En Europa se encuentran nuestras raíces más profundas, la memoria de muchas de nuestras opciones reales, el impulso de sueños auténticos. De allí salieron las misioneras que hicieron posible la expansión por el mundo.
La Compañía hoy une fuerzas con osadía y realismo. Recorre caminos nuevos: Fusión de la Société de Jésus Christ, unión de Provincias y búsqueda de nuevas estructuras interprovinciales para un mayor servicio al Reino.
Vive con gozo y responsabilidad las posibilidades que ofrece el caminar conjunto con los laicos, el beber de la misma fuente del carisma de Juana de Lestonnac.
Quiere seguir tendiendo la mano allí donde hay marginación y pobreza, increencia y falta de sentido. Por eso, hace un esfuerzo constante por acompañar educativamente aquellas situaciones en las cuales la humanidad se encuentra más herida.
Actualmente se encuentra presente en: Francia, España, Italia, Inglaterra, Bélgica, Albania y Holanda.
América: una creciente esperanza.
En 1733, las religiosas de Perigueux (Francia) realizaron la primera fundación en América en Cap Français (Haití); allí, se empeñaron en educar a la mujer criolla y negra. Sin embargo, sesenta años después desaparece de allí, víctimas de las inclemencias del clima y de las atrocidades de la insurrección. Murieron todas y con ellas la obra.
El afán misionero hizo que rápidamente, y de norte a sur, se construyeran escuelas: México 1754, Argentina 1780, Colombia 1783 y con ellas se edificara para la mujer americana un panorama de oportunidades y esperanzas.
La Compañía de María se ha visto enriquecida por personas de otras culturas, con otros ritmos, lenguas y costumbres. Se camina al lado de campesinos, indígenas, afroamericanos, muy cerca de su dolor y de su esperanza.
Está hoy en Estados Unidos, México, Cuba, Nicaragua, Colombia, Perú, Bolivia, Paraguay, Argentina, Brasil y Chile.
África: un canto que resuena, une, alegra y compromete.
En 1948, en vísperas de la canonización de Juana de Lestonnac, la Compañía de María hace eco al clamor del pueblo africano y ensancha su morada hasta ese territorio. Allí asume como propias, las búsquedas, los anhelos y las esperanzas de quienes llevan en la sangre una pasión inmensa por la vida y el sonar alegre de los tambores.
Caminó con el pueblo africano en la búsqueda de unas condiciones de vida más dignas, más humanas. Se tornó misionera, supo de diálogo intercultural, aprendió otras lenguas y fortaleció sus raíces con la savia que surge de lo sencillo y lo fraterno. Aprendió a permanecer solidaria al lado del pueblo que sufre la marginación, la guerra, la injusticia, y a través de ese dolor asumido desde el Evangelio busca trabajar por la reconciliación, la justicia y la paz.
Actualmente se encuentra presente en: República Democrática del Congo, Camerún, Kenia, Tanzania y Egipto.
Asia: un tesoro por descubrir.
En 1959, la Compañía de María acoge el llamado del pueblo asiático y se adentra en el mundo sorprendente y maravilloso de las espiritualidades orientales, la pluralidad de religiones y los avances tecnológicos. Hace suya la sed de esa minoría que busca a Jesús como su Absoluto y quiere vivir cristianamente.
Se hace portadora del Evangelio en oriente, se empeña en ese diálogo interreligioso que humaniza la vida, llena de sentido y busca ofrecerle a los
jóvenes espacios para realizarse y trascender. Hace también suyos los clamores de pueblos que sufren la pobreza, la marginación y la guerra.
La Compañía va adquiriendo un nuevo rostro que enriquece su identidad. El sueño de Juana de Lestonnac se fortalece en tierra asiática. Vocaciones de Japón, Filipinas y de otros países de la región, son signos que nos llenan de esperanza, retos que nos lanzan a la creatividad y al compromiso, semillas que siguen, de una manera impredecible, haciendo surgir la vida y batir las alas de esta Compañía centenaria.
Actualmente se encuentra presente en Japón, Filipinas y Líbano.
Y resonó una palabra: EDUCACIÓN, Compromiso con otras y otros en la búsqueda de aportar a la formación de cada persona, de cada sociedad, de
nuestra realidad mundial.
Juana comprendió desde la niñez que la mejor manera de incidir en la construcción del ser humano y, por tanto, en la transformación de la sociedad era a través de la educación. Por eso ante la insistente llamada de Dios, se empeñó en acariciar su intuición hasta darle forma y hacerla realidad mediante escuelas en las que la mujer tuviera como referente de vida a María: sus valores y actitudes; en las que se formara de manera integral, a través de un acompañamiento personalizado que potencia las capacidades y respeta el ritmo de cada persona, por eso insistía continuamente en decir: “no olvidéis que cada una calza su propio pie”.
Esta fue la inspiración de Juana, fruto de una convicción profunda en el valor y la dignidad de la mujer, y de un deseo real de educar para posibilitar y dignificar.
Educar es para nosotros hoy, religiosas y laicos que formamos la comunidad educativa, un estilo de vida, una manera de situarnos, de acoger los desafíos de cada momento histórico para dialogar con ellos y buscar juntos caminos de respuesta.
Concebimos la Educación como un proceso en el que la persona se va haciendo capaz de pensarse a sí misma, de interrelacionar con su entorno; de adquirir conocimientos y saberes, de relacionarlos entre sí y aplicarlos en lo cotidiano de la vida.
Nos empeñamos en situar las metas de la educación no sólo de cara a la asimilación y en algunos casos producción de conocimiento; sino fundamentalmente, a la construcción de un ser humano integral que conoce, juzga, opta, se compromete y actúa.
Pretendemos traspasar las aulas de clase y hacer de los lugares habituales, de la cotidianidad, espacios privilegiados para el aprendizaje, la relación, la convivencia, el compromiso. Llevamos a cabo la misión educativa desde diversas plataformas: Escuela, universidad, hospitales, parroquia; junto a la mujer y la familia; entre los jóvenes, acompañando sus búsquedas y proyectos; en medio de los más débiles y heridos de nuestra sociedad: inmigrantes, desplazados, campesinos, indígenas, entre otros; en organizaciones que trabajan por la defensa de la vida, la dignidad, los derechos humanos y de los pueblos. Pluralidad de escenarios para una única misión: evangelizar como educadoras y educadores.
Nuestro proyecto de Educación hoy, en este mundo tan complejo y, al mismo tiempo bajo el riesgo de la uniformidad, necesita ser oferta significativa, profética, desde el Evangelio:
- De comunión, porque acompaña el crecimiento de personas más allá del culto al individualismo; crea diálogo entre las diferencias; ayuda a crecer en identidad capacita para el encuentro y amistad.
- Integradora de una fe que se hace vida, justicia, libertad, que humaniza la ciencia y la técnica; que libera la cultura desde sus valores profundos; señala la dirección a la verdad en la búsqueda del sentido de la vida.
- De solidaridad desde el amor preferencial al débil, al pobre, al excluido en el camino de la dignidad de toda persona que crece en el don mutuo. Oferta desde nuestro ser de mujeres, portadoras de vida y constructoras de la sociedad en reciprocidad.
Y resonó una palabra: JÓVENES, dinamismo que nos ilusiona, nos reta y compromete.
Juana de Lestonnac, respondió con novedad al clamor de los jóvenes de su tiempo. En el hoy de nuestra historia y en todos los contextos en los que estamos presentes, experimentamos la llamada a hacer una opción decidida por los y las jóvenes que:
- Nos permita acercarnos a su tejido cotidiano vital, sin miedos, ni prejuicios.
- Nos haga capaces de ver potencialidades y oportunidades en donde otros sólo pueden ver desorden y caos.
- Nos lance a caminar hombro a hombro con los jóvenes en busca de caminos de realización y sentido de la existencia.
- Nos motive a crear alternativas de organización y participación creíbles.
- Nos permita conocer en profundidad la complejidad del mundo juvenil y nos lance al compromiso de establecer relaciones educativas.
Nos sentimos llamadas a mantener en los jóvenes la memoria del amor de Dios; a hacer, con lenguajes nuevos, entendibles y sugerentes, anuncio explícito de Jesús. Deseamos suscitar en ellos la mirada contemplativa, proponer la fe como estilo de vida, como una manera de situarse ante la realidad y ante la historia.
Tenemos la convicción de que los jóvenes necesitan de nuestra COMPAÑÏA y queremos aprovechar las coyunturas que la vida nos ofrece para acercarnos a su realidad; escuchar junto a ellos los ecos de sus historias cotidianas, hacernos sensibles a sus tristezas, a sus ausencias, a sus anhelos; caminar a su lado sin protagonismos, ni primeros planos, pero teniendo claridad en la ruta y en la meta.
Sabemos que es necesario orientar nuestras búsquedas y acciones a:
- Una opción cargada de afectividad, capaz de acompañar cada soledad y de ser presencia oportuna y amiga.
- Una opción que en definitiva nos permita conocer en profundidad la complejidad del mundo juvenil y nos lance al compromiso.
La juventud es sin duda, el campo preferencial de nuestra acción apostólica, por eso nos sentimos llamadas a:
- Ofrecer alternativas que permitan trascender, orar, llenar de sentido la existencia.
- Servir de manera nueva llenando de calor y color nuestros centros de educación formal y no formal.
- Humanizar a través del encuentro, del diálogo, del arte, de los espacios comunitarios.
- Formar para la solidaridad y el compromiso, para el trabajo con otros y otras por la paz y la justicia, para abrazar el mundo en su compleja y enriquecedora pluralidad.
Contemplar los rostros de los jóvenes con los que hacemos camino, nos lanza a una única y eterna tarea: SER COMPAÑÍA, ACOMPAÑAR.
Y resonó una palabra: TESTIGOS, vida que se ofrece y fructifica…
Juana de Lestonnac soñó su Proyecto Educativo ofrecido por testigos. La religiosa de la Compañía de María es testimonio y coherencia desde la misión que llena de sentido su propia vida. La verdad y coherencia de nuestra vida es lo que da calidad a nuestra acción educativa y lo que contribuye a construir humanidad.
Más de cuatrocientos años albergan mucha vida, historia, recuerdos y acciones, pero sobretodo rostros: El de Dios siempre fiel, conduciendo nuestra historia, inspirando nuestro ser; el de tantas mujeres que a lo largo de estos años se han dejado seducir y han consagrado su vida a la misión de construir su Reino.
Queremos hacer memoria de esas mujeres. Ellas con su existencia han dado testimonio del amor de Dios, del milagro de la fraternidad, de pasión por la humanidad, del gozo de dar la vida. Ellas, mezcla de limitación y grandeza, han ofrecido su ser por la causa de Jesús. Y en esa donación han encontrado su realización, han experimentado, desde sus entrañas, la alegría profunda que supone dar la vida para ganarla.
Son miles, de todas las razas y tiempos. Se han ofrecido sencillamente desde el anonimato de su cotidianidad. Se han ejercitado simplemente en amar, en educar, en servir. Algunas se han ido consumiendo en silencio, sin protagonismos, ni primeros planos. Otras han gestado nuevos proyectos o fundaciones, o han llevado sobre sí responsabilidades importantes. Todas han pretendido seguir a Jesús en Compañía de María.
La mayoría ha terminado sus días, ofrecido su vida en su lecho de enfermas. Pero Haití, Francia, y Colombia han visto empapar y fecundar su tierra con su sangre; para nosotras son nuestras mártires.
Desde entonces y en torno a los testimonios de estas mujeres se ha reavivado la conciencia de que las acciones de muerte planeadas por los hombres, nunca podrán detener la realización gradual de la promesa de Jesús: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.
Y resonó una palabra: MEMORIA, eco de una voz y una presencia.
En nuestra sociedad hay una tendencia a la amnesia. Nosotras, queremos hacer una opción decidida por mantener la memoria. Queremos: Recordar para vivir, para gozar, para crear, para agradecer, para orar y para transformar.
Queremos que resuene el eco de lo fundamental. Sabemos que esa es la única posibilidad de mantener la fidelidad. Queremos aferrarnos y entrelazadas las manos acoger el futuro.
Aferradas al Dios Siempre Mayor, al origen, a una simple intuición.
Aferradas a un proyecto que ha sabido de luchas, que ha sabido de intentos.
Aferradas y hermanas, sin distancias, ni tiempos, sin temores que impidan recrear los cimientos.
Queremos hacer memoria de esas consignas que nos dan identidad y pertenencia. De esas que son legado para el mundo y que es una responsabilidad compartirlas porque no son nuestras, porque le pertenecen al género humano.
Se trata de dos experiencias que enmarcan la vida de Juana de Lestonnac y jalonan la de la Compañía de María. Un testamento que al compartir se multiplica.
Mantener la llama.
En el corazón de Juana resonaba con frecuencia la llamada: “No dejes apagar la llama”, ella experimentaba que era el mismo Jesús quien la pronunciaba. Y esa certeza la mantuvo atenta, vigilante, discerniente.
“Mantener la llama”:
- Era la exhortación constante que hacía a sus primeras compañeras. Y ellas la hicieron suya, la asumieron en un intento fecundo de vivir de cara a Dios y a los hermanos.
- Sigue siendo hoy para la Compañía arraigo y horizonte.
- Arder en deseos de vivir en torno a Dios. Propiciar la experiencia constante de orar y discernir. Agudizar una mirada contemplativa, capaz de ver a Dios en todas las cosas y de desentrañar en cada acontecimiento semillas de salvación.
- Contagiarla en todo tiempo y lugar, izarla sin temor a los vientos. Irradiarla sencilla y suavemente o quizá, como dice Eduardo Galeano: “ser ese fuego loco que llena el aire de chispas, que hace arder la vida con tantas ganas que no se puede mirar sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.
Tender la mano.
Juana de Lestonnac utilizó esta frase para comunicar su experiencia de la “noche del Cister”. Desde entonces, el horizonte de nuestra acción consiste en “Tender la mano”, ofrecerla en todo tiempo y circunstancia como una trinchera en la que se defiende la vida.
“Tender la mano”:
- A los hombres y mujeres de toda raza, lengua y cultura.
- Una opción radical por la vida, por la mujer, por los jóvenes, por los más frágiles de la historia.
- Un signo de esta alianza eterna entre Dios y el mundo.
Estamos seguras de que hoy Juana de Lestonnac nos volvería a repetir: “Dejo en vuestras manos este trecho que os corresponde. Estrechadlas entre vosotras y entrelazadlas con otros y otras. Mirad juntas los desafíos que vuestro mundo presenta a nuestra misión educativa. Priorizad las respuestas y prestad todas las manos: mis manos, vuestras manos… ¡nuestras manos! tendidas como siempre para prolongar hasta nuestro hoy la humanidad de Dios”.
Y resonó una palabra: FUTURO, horizonte que recrea la vida y confirma la alianza…
Mi ahora, Señor es tuyo,
Porque mi origen también lo fue.
En mi pasado fiel estuviste
Y Tú el mañana lo sabes bien.
Compañía de María, una obra de Dios que ha pasado la prueba del tiempo, un proyecto que nace por medio de Juana de Lestonnac y se ha prolongado a través de una larga cadena de entregas y de esfuerzos.
Sabemos que el Señor ha conducido siempre nuestro andar. Por eso:
“Podemos renovar la convicción profunda de que nuestra forma específica de ser vida religiosa apostólica en la Iglesia se ha ido haciendo y rehaciendo desde personas y comunidades de fe que interactúan con el mundo real, se comprometen para dar respuesta a las mayores necesidades y asumen el estilo de vida de Jesús para ser testigos, como María, de los valores del Reino.
Queremos seguir apostando por la vivencia de la interioridad, la interculturalidad, el diálogo, la justicia y el cuidado de la vida, como expresión del compromiso ‘por una educación humanista en el mundo plural que nos toca vivir’”.
Con confianza en el Dios de la vida y de la historia, pronunciamos la palabra Futuro tiempo para:
- Que acontezca la Palabra y suscite nuevos y más audaces compromisos.
- Vivir la autenticidad de lo cristiano, aunando fe-compromiso y testimonio explícito, desde el respeto mutuo que implica la convivencia con personas de concepciones diferentes.
- Ser una voz positiva, con lo que conlleva de crítica, de denuncia y de propuesta, desde una postura serena, a favor de los derechos humanos y
de los pueblos, la justicia social, la no violencia, la ecología, el diálogo intercultural e interreligioso, la igualdad hombre- mujer. - Vivir el discernimiento como elemento imprescindible, ante multitud de caminos y respuestas posibles, para poder ponderar opciones, tomar
decisiones, asumirlas con coherencia y saber dar razón de ellas. - Generar procesos educativos que contribuyan a la formación de “cabezas bien hechas”, capaces de hacer análisis de la realidad y de aportar
soluciones coherentes con la opción del humanismo cristiano. - Adentrarse en el mundo de los jóvenes, acogiendo sus valores y carencias, explicitando con lenguajes nuevos, entendibles y sugerentes, el mensaje de Jesús.
- El encuentro, el diálogo, la búsqueda, el debate, la creatividad y el consenso para tejer redes y crear nuevas formas de solidaridad universal.
- Aprender a asumir conjuntamente las consecuencias de los errores, equivocaciones, fracasos y los esfuerzos que supone el cambio, la
constante adaptación a situaciones nuevas. - Abrazar el barro del que estamos hechas, entonar un canto agradecido al Dios de los pequeños y contagiar a otros la alegría de tener “Compañía”, de ser “María” para nuestro hoy.
Hemos intentado, sin pretensiones, con la mayor sencillez posible abrir las puertas de nuestro Instituto poniendo en palabras de dónde venimos, lo que somos y cómo esperamos afrontar el mañana.
Es un humilde resumen a pinceladas breves de una Orden con una larga historia.
Que estas palabras sean fuente de acercamiento, posibilidad de encuentro y de conocimiento mutuo.