«Cuando recen, no usen muchas palabras” (Mt. 6,7).
Y, sin embargo, no queremos salir de la comunión silenciosa y permanente “con el que sabemos nos ama” (Sta. Teresa). Teresa nos indica que nos sentemos al lado de Jesús y lo miremos hablar con su “Abbá”, nos enseña de veras a orar, como también Ignacio. En el fondo nos están trasmitiendo una confianza absoluta. Pero esa petición de perdón, que pone como medida la nuestra, es difícil. Debemos mirar mucho a Jesús ante quienes no lo recibieron, o lo acusaron injustamente, e incluso le dieron pena de muerte. Tenemos toda la vida para aprender a orar, para ahondar en lo que significa pedir que acontezca el Reino en nuestro mundo. Orar nos pide, sobre todo, ser coherentes. Aquello que es la veta de nuestra oración: “hágase tu voluntad” …, aprenderlo de Jesús: orar con Él, como Él, junto a Él.