San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia
“Quedaban asombrados de su doctrina…” (Lucas 4, 31-37)
Cuando Jesús se dirigía a los habitantes de Cafarnaúm, todos quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Jesús habla al corazón del hombre, lo sana y libera de todos los espíritus que lo limitan y atan, porque su mera presencia y palabra bastan para delatar el mal y vencerlo con su amor y misericordia. La Palabra de Jesús es, por tanto, eficaz y liberadora. Pidamos al Espíritu Santo el don de sabiduría y discernimiento para reconocer el espíritu de mal que busca dominarnos. Que podamos decir como Pablo: “poseemos el modo de pensar de Cristo” (1 Corintios 2,13-16).