Viernes 31 de mayo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” (Lc 1,46-47).

Viernes 31 de mayo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” (Lc 1,46-47).

Llegamos al fin de mayo y nos decidimos, como Nuestra Señora y con ella, a glorificar a Dios con la presteza, la acogida, la servicialidad con la que ella recorre las montañas de Hebrón para visitar a su prima, quien también es portadora de la

esperanza de Israel. Dos mujeres cuyos cantos, cuya alegría se entrelazan en alabanza. María, Madre de Jesús, Madre de la Iglesia, Madre nuestra, primera discípula, modelo de toda vida de fe y de seguimiento. Es la hora de recitar lentamente el Magníficat, de repasarlo en el corazón para dejarnos contagiar de la alegría de estas dos mujeres que representan los dos testamentos, la Alianza de Dios con su pueblo. La vida de estos dos hijos, Juan Bautista y Jesús, ha sido confiada a dos mujeres que son causa de nuestra Alegría.

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