La vocación del apóstol Pedro, es realmente apasionante. Cuántas veces negó a Jesús, cuántas no estuvo de acuerdo con Él y hasta se opuso a sus planes. Pedro, el cobarde y, sin embargo, a él se le encarga el cuidado de las ovejas. Un hermoso final para el 4º Evangelio: “apacienta mis ovejas”. Es sencillamente cuestión de amor personal a Jesús. El amor está sobre todo en las obras, como decía san Ignacio de Loyola. Existe un obrar que no es hacer cosas sino un actuar, un servir, una manera de relacionarse, que construyen al otro, a la otra. Hay un obrar que es propio del amor; mirar a Jesús en esta presencia pospascual, en su manera de hacerse presente, consolando, sirviendo la mesa, los peces cocidos a las brasas, dejándose ver…, es su forma de seguir amando.