Si nos envuelve la tristeza, si nos hemos vuelto pesimistas, pidamos al Espíritu Santo que nos regale el don de la alegría, propio de la fe pascual, porque ésta es un regalo que nos viene de Otro, de su visita, de su Palabra eficaz. Recordemos las situaciones de crisis que hemos vivido y que ahora leemos con gratitud. Jesús es la respuesta del Padre y nos hace “hijos en el Hijo”. ¿Qué más podemos desear?, ¿Qué otra cosa puede hacernos más felices?, sin embargo, ¡qué poco tiempo dedicamos a descubrir esta intimidad, este gozo que es el fundamento del ser cristianos! El anuncio de la buena noticia (Evangelio), no es otra cosa que este anuncio gozoso que la Pascua lleva a su plenitud. Somos hijos del Abbá de Jesús y podemos acercarnos a Él con la confianza de niños, como lo hizo Él. Juana decía: “Los trabajos de ahora son nada ante el gozo y la felicidad que nos esperan al final de nuestra vida”.