JUAN 4, 43-54
“TU HIJO ESTÁ CURADO.”
De momento a Jesús le reciben bien en Galilea, aunque Él ya es consciente de que “un profeta no es estimado en su propia patria”. En Caná, donde había hecho el primer milagro, es decir, convertir el agua en vino, hace otro “signo”; curar al hijo del funcionario real de Cafarnaúm. Este extranjero muestra mayor fe que los judíos pues el evangelio nos dice que el hombre creyó en las palabras de Jesús y se puso en camino.
Jesús quiere devolvernos la salud, como al hijo del funcionario real, y quiere liberarnos de toda esclavitud y tristeza, perdonando todas nuestras faltas. Si tenemos fe, si queremos que de verdad nos cure, debemos acercarnos confiadamente para que nos llene de su gracia. Por esto, cada vez que nos disponemos a recibirle en la Eucaristía le decimos una breve oración que nos dispone a la humildad: “Señor, no soy digno de que entres a mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.