Para lograr una meta necesitamos esfuerzo y disciplina. Jesús sabe que la oración es una herramienta fundamental para la vida, pero también conoce que mantenerse fiel en la oración, requiere formar el hábito de hacerlo y fundamentalmente el deseo de mantener una relación con Dios. Por eso les propone a sus discípulos una parábola para orar sin desanimarse.
La oración es el espacio donde nos reconocemos seres en relación, donde a través de la palabra, de una acción o desde el mismo silencio, podemos exteriorizar lo que internamente nos habita: El Tú que, en nuestro caso como cristianos, es Dios. La oración cobra un sentido transformador y liberador cuando espontáneamente permitimos que desde nuestras entrañas surja lo que estamos viviendo. Posteriormente la paz que nos habita es la presencia de Dios diciéndonos: yo estoy contigo. Pidamos la gracia de mantenernos firmes en la oración y de orar los unos por los otros.