Lucas 11, 5-13: “El que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”.
Después de enseñarnos el Padre Nuestro, Jesús nos habla hoy de la fuerza de la oración perseverante. La parábola cuenta de un hombre que, en plena noche, va a la casa de un amigo para pedirle pan. Aunque al inicio parece inoportuno, la insistencia lo consigue todo.
La enseñanza es sencilla y profunda: Dios escucha siempre la oración de sus hijos. La perseverancia no es para convencer a Dios, como si Él se resistiera, sino para fortalecer nuestra confianza y abrir nuestro corazón. La oración insistente no cambia a Dios, nos cambia a nosotros: nos hace más confiados, más humildes, más pacientes.
Quizá más de una vez sentimos que nuestras oraciones no son escuchadas. Pero hoy Jesús nos invita a no cansarnos de pedir, de buscar, de llamar. Dios siempre responde, aunque no siempre como nosotros esperamos. Su respuesta es mucho mejor: nos da su Espíritu, nos da la paz y nos da lo que realmente necesitamos para vivir como sus hijos amados. ¿Qué tan perseverante soy en mi oración?