La invitación que Jesús nos hace hoy es radical. La comunidad ´sinodal´ que nos propone, exige la renuncia a las apariencias, a las escalas sociales que ponen a unas personas más alto que a las otras, a trascender el nombre del “Padre”, que todavía en casi todas las culturas se impone sobre los otros calificativos. “Uno solo es su Padre, y ustedes son todos hermanos…” El sínodo empieza a cobrar vida en el Evangelio, en las Palabras mismas de Jesús. “El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos”. Así pues, cátedras, filacterias, títulos, reverencias, banquetes, lugares de poder…, todo ello debe ser reemplazado por la actitud del servidor, desde la humildad, como el único a quien debemos llamar Maestro: nuestro Mesías.