“Vengan benditos de mi Padre…” (Mt. 25,31-46).
¿De dónde vienen tus bienes? Si piensas: de la suerte, eres un ateo, dice San Basilio, si de Dios, tienen un destino, tu que envuelves tus bienes en los pliegues de una insaciable avaricia… ¿Quién es el avaro? El que no se contenta con lo suficiente…”, y termina su homilía afirmando: “Al hambriento pertenece el pan que pones en reserva; al desnudo el manto que guardas en tus cofres, al descalzo los zapatos que se pudren en tu armario, al necesitado el dinero que escondes…” En las afirmaciones de Jesús aparece que el que dio de comer o vistió al pobre o visitó al enfermo, fue al mismo Jesús a quien atendía, visitaba, socorría, pero lo más sorprendente es que: “cada vez que lo hicieron con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron”.