“¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida? “(Lc.9,22-25)
Renunciar a sí mismo y cargar la cruz, no son expresiones que nos agraden.
Asumir la cruz será estar dispuesto a dar la vida como lo hizo Jesús. Deberíamos pensar más en gastar la vida, no en ahorrarla.
Quizás la pregunta sería en cada situación o lugar donde estoy: ¿Cuánto puedo dar? Pregunta que cambia aquella que domina nuestro pensamiento colectivo: ¿Cuánto puedo sacar?
¿Qué es lo más que puedo hacer en mi trabajo, en mi familia, en mi comunidad? Reemplazaría a la otra pregunta: ¿Qué es lo menos que puedo hacer?
Nos han dado la vida y la manera de honrarla es dándola a los demás, en los pequeños momentos de cada día. Y esta Cuaresma es un tiempo propicio para dejar de pensar en nuestros caprichos y más bien ocuparnos de las necesidades de quienes nos rodean. Dejar atrás ese hombre o mujer viejos que estaban atados a estructuras de la sociedad y sus normas, y vivir colgando en la cruz nuestros egoísmos, para correr con Jesús a salvar nuestra vida y la de los demás. Nadie, ni aún Jesús, nos dijo que era fácil. Pero si, que vale la pena.