La primera palabra que escucha María de parte de Dios es “alégrate”. Esa alegría brota de la certeza de que Dios está con ella. Sólo así se puede superar la turbación y el miedo .La alegría de María brota de ese encuentro profundo con Dios que la hace fecunda y la dispone al “hágase”.
Contemplar a María nos llena de esperanza porque es el camino que estamos llamados a recorrer. Ser hombres y mujeres abiertos a que Dios acontezca en nuestras vidas haciéndonos fecundos porque nos abrimos a la acción del Espíritu.
La alegría de María es el gozo de una mujer que se complace en Dios, el que levanta a los humillados y dispersa a los soberbios; el que colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos vacíos. La alegría verdadera solo es posible en el corazón del que anhela y busca justicia, libertad y fraternidad para todos. María se alegra en Dios, porque viene a consumar la esperanza de los abandonados.
Que como María irradiemos esa alegría que brota de la certeza de un Dios que da sentido a la vida.