El evangelio de este día nos habla de los signos de los tiempos y de la insensatez de no saber interpretarlos. Esto desconcertaba a Jesús, quien era por su parte el gran intérprete de los signos de Dios en la naturaleza y en la vida. Varias de sus parábolas surgen de esa mirada contemplativa de Jesús a la naturaleza y a la historia, y de su capacidad para descubrir ahí la acción de Dios que va llevando todo con amor. Hoy en la sociedad de la ciencia, la tecnología y el progreso, aquellos signos sencillos pero elocuentes de la naturaleza, pasan desapercibidos. Tenemos otros signos que hablan quizás con más fuerza y nos retan: no son signos de vida como aquellos, sino signos de muerte, de deshumanización, de violencia generalizada, de naturaleza destruida. ¿Qué atención prestamos a esos signos? ¿Qué nos dicen, a qué nos llaman? ¿No será ese el campo al que tenemos que aplicar con más urgencia nuestra capacidad de discernir?