Jesús sigue atrayendo a muchos. Era una muchedumbre la que se agolpaba allí donde estaba Él o donde sabían que habría de llegar. Pero cuando ese atractivo se convierte en deseo de seguirle, el mismo Jesús se encarga de hacer ver a quien lo busca, lo que significa el seguimiento. Se trata de aceptar su camino de pobreza, su disponibilidad para el anuncio del Reino por encima de cualquiera otro compromiso, su determinación de ir siempre adelante sin mirar atrás. No es fácil desde la lógica humana, aceptar esas condiciones porque nuestra búsqueda instintiva de seguridad, nos lleva más bien a contentarnos con hacer el bien a nuestra manera, sin arriesgarnos a seguir un camino que no sabemos a dónde nos llevará. ¿Nos atrevemos hoy a decirle a Jesús: “te seguiré a donde vayas”?