Uno de los frutos del Espíritu es la alegría de Dios, El nos la comparte. Jesús exclama: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños”. Se trató de una oración pública, de acción de gracias al Padre. De esta manera nos enseña lo que debemos hacer todos: agradecerle siempre por su inmenso amor.
Jesús le agradece al Padre el haber revelado los secretos del Reino de Dios a la gente sencilla. Esto es posible porque esta experiencia requiere apertura, derribar toda barrera para entrar en una relación, desde el corazón, con Dios y en esto los sencillos nos aventajan.
Jesús nos revelará los misterios del Reino porque conoce al Padre. Nos muestra a un Dios bueno que desea nuestra felicidad. Es necesario conocer a Jesús, entrar en una relación íntima con El y así nuestra vida se va pareciendo a la suya. Seguirle de esta manera nos hace experimentar que somos bienaventurados.