Lucas 6, 12-19: “Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos”.
Jesús sube al monte y pasa la noche entera en oración. La misión de Jesús no nace del cálculo humano, sino de la voluntad de Dios. “De día llamó a sus discípulos”, a la vista de todos: escoge a doce, a quienes llama “apóstoles”. Los elegidos no son perfectos: entre ellos hay pescadores, un publicano, un celote, incluso uno que lo traicionará.
El llamado a ser su apóstol es de día, al servicio de todos, sin oscuridades, ocultamientos y secretismos. Sabemos que la Iglesia está formada por hombres y mujeres frágiles, pero llamados y enviados por el Señor. Dios no llama a los mejores, sino a quienes, con sus límites, se abren a su gracia y a la misión con libertad, honestidad, transparencia y misericordia. Jesús no se encierra con sus discípulos, sino que los inserta en la misión de servir al pueblo, en salida, en comunión, participación y con una opción preferencial por los más necesitados.