No era profunda. Mt 13, 1-9
La parábola del sembrador es quizás la que más hemos escuchado e intentado comprender.
Se dice que la semilla es la Palabra de Dios y que los distintos terrenos, son los estados de nuestro corazón. A veces cae al borde del camino y no nos toca por dentro, otra cae en terreno pedregoso y la mata la dureza de nuestro corazón, la superficialidad, en otros terrenos la ahogamos con nuestros desórdenes afectivos y de pronto, nos encuentra fértiles y da fruto.
En nuestro tiempo se hace cada vez más rentable el afán de embellecer los cuerpos, de hacerlos a la medida de los intereses de otros y se descuida cada vez más el mundo interior.
Conversemos con Dios acerca de cómo está nuestro corazón y preparémosle un terreno fecundo para que su Palabra se quede viviendo en nosotros.